miércoles, 7 de diciembre de 2011

CRUZANDO LOS ANDES DE CAJAMARCA A TARAPOTO (3)

CHACHAPOYAS
                Por fin llegamos a la ciudad de Chachapoyas, que toma el mismo nombre que la región, otra urbe de aspecto colonial pero sin ser tan vistosa como otras. En la Plaza de Armas se halla el restaurante Las Rocas donde comimos y desayunamos varias veces. No caminamos mucho por el pueblo pero sí subimos a su zona alta, donde las humildes casas de la gente con escasos recursos se encaraman a las lomas que rodean la meseta donde se halla la ciudad.

                Desde Chachapoyas hicimos dos excursiones:
En la primera nuevamente fuimos a ver unas tumbas funerarias, bastante distintas a las de Revash ya que se trata de unos sarcófagos de forma antropomorfa. El lugar se llama Karajia. Lo común con Revash es, por una parte, su ubicación en un lugar muy escarpado en la pared de un barranco

Y por otra, el color arcilla de las pinturas que adornan los sarcófagos. Naturalmente otro aspecto común es que se huaquearon antes de su “descubrimiento” lo que hace que 2 de los 8 sarcófagos que había originalmente hayan desparecido. Tan solo un pequeño museo en el pueblo reúne los escasos restos que se hallaron en el lugar: algunas momias, restos de ropas y utensilios de cocina.
Para llegar a Karajia se toma una movilidad desde Chachapoyas hasta el pueblo de Luya donde un taxi de pasajeros te lleva a la comunidad de Cruzpata, se paga un entrada y desciendes durante media hora por un camino hasta llegar a dos miradores desde donde se observan los sarcófagos.

La verdad es que cuando la mirada descubre los sarcófagos mimetizados entre los colores naturales de la pared uno no puede evitar la expresión de sorpresa con que se le queda el rostro. Es muy curioso ver como los sarcófagos con forma humana tenían los rasgos pintados en la cara y en el cuerpo trazos simulando distintas vestimentas.
                                       
En otros lugares de la misma pared hay más vestigios de restos funerarios mucho menos conservados y en una caverna a la que llega el camino pudimos ver un montón de restos óseos esparcidos. No dejó de sorprendernos de nuevo las lugares tan inaccesibles donde se ubican estos mausoleos Chachapoyas y lo difícil que tuvo que ser construir o llevar las tumbas a esos lechos vertiginosos.
               
Regresamos a Cruzpata y el taxista que nos tenía que llevar a Luya nos ofreció llevarnos a nuestro próximo destino, las grutas de Quiocta, por un precio que nos pareció razonable ya que nos evitábamos muchos transbordos. Lo curioso fue que aprovechó la oportunidad para cerrar su tienda y recoger a su mujer y a sus dos hijos de 8 y 4 años que nos acompañaron a la visita puesto que nunca habían visitado Quiocta. En Lamud tuvimos que esperar que llegase el guía que obligatoriamente tiene que acompañarte ya que la entrada a las grutas está cerrada con una verja y en el interior se necesita un foco potente para recorrer el quilómetro transitable de caverna.
                Desde Lamud fuimos todo el grupo hacía la cueva donde aparcamos el taxi y bajamos por un sendero que descendía por un barranco hasta llegar a una caverna custodiada por una verja.
                                      
Entramos, y después de tranquilizar a los niños, que les daba miedo entrar, empezamos el trayecto por el interior de la cueva. Al principio encontramos muchos agujeros en el techo donde se amontonaban grupos numerosos de murciélagos.

El recorrido transcurre a lo largo de una amplia caverna abovedada que comunica distintos espacios de mayor amplitud y altura cubiertos con un curioso techo plano y circular. El trayecto es toda una odisea para mantenerte en pie, pues el suelo es muy lodoso y resbalar es lo más normal. A medida que fuimos avanzando fuimos encontrando mayor número de estalactitas y estalagmitas construyendo distintas formas o gruesas columnas.
                                         
En el fondo hay una pequeña laguna de agua transparente donde se termina el recorrido y a partir de ahí regresamos hasta la entrada. Esteve dejó una huella en el interior de la caverna cuyo rastro perdurará largo tiempo, pero esto es una historia un poco personal.
                La segunda excursión fue a la cascada de Giocta, que se considera el tercer salto de agua más alto del mundo después del Salto del Ángel en Venezuela y Tugela Falls en Sudáfrica.
                Agarramos una movilidad que nos llevó hasta el desvío de las cascadas. En la van, abarrotada de gente, también subieron 2 extranjeros más. Sin saberlo en ese momento, los 4 acabaríamos convirtiéndonos en compañeros de viaje durante algo más de un mes. Con Raúl y Yoli, dos vascos de Vitoria, disfrutamos de momentos extraordinarios y el común estilo de viajar que teníamos propició que nos mantuviéramos juntos todo ese tiempo disfrutando de la misma libertad que cuando viajábamos solos.
La primera foto que nos hicimos juntos tres días después

Aunque en ese primer encuentro apenas intercambiamos unas palabras…quien iba a decir ese día, espachurrados dentro de esa van con sobrecarga, que iríamos a trabar tan buena amistad con ellos. Naturalmente en el desvío sólo bajamos los guiris, pero ellos y nosotros subimos hasta Gocta a distintos ritmos.
Ascendimos 5 km por una pista de terracería, desde donde a lo lejos ya se ve la cascada,

hasta la pequeña comunidad de Cocachimba. Desde allí un camino entre campos nos va acercando muy lentamente hasta esa columna de agua que se desprende del abismal acantilado,
hasta que de repente el camino se adentra en un paisaje plenamente pre-selvático, en ese momento y a lo largo de todo ese tramo se pierde la visión de la cascada ya que atravesamos una frondosa vegetación.


Ya cuando recuperamos la vista de la cascada ésta se muestra cercana e imponente.

                                         
La catarata tiene la particularidad de ser en realidad dos saltos, uno inicial más corto e inmediatamente el segundo más largo, aunque la longitud de la cascada contabiliza ambos saltos. La increíble altura de 771 metros y la escasa agua de la época hacia que a media cascada el agua se convirtiera en una etérea espuma que parecía caer con suma suavidad hasta su oscuro lecho. Bajamos hasta el punto donde el segundo tramo de la cascada se puede observar en toda su longitud.
                                                     
Una vez situados a la orilla de la poza donde cae el agua pulverizada es prácticamente imposible quedarse mucho rato sin quedar empapado por completo ya que el fuerte viento que hay en el lugar arrastra el agua hasta un perímetro mucho mayor que el de la propia poza. Nos quedamos un buen rato en un lugar resguardado, tumbados sobre unos canchales, contemplando la hipnotizante imagen del agua desprenderse desde las alturas.


TARAPOTO
                Y al otro lado de Los Andes: la vasta selva amazónica. Tarapoto nos esperaba como una ciudad caótica repleta de mototaxis.
                                        
Desde Chachapoyas una carretera encañonada paralela al curso del río nos condujo hasta Pedro Ruiz, uno de esos pueblos feos que crecen en los cruces de carretera. De ahí el recorrido fue descendiendo las últimas pendientes de las faldas de los Andes hasta llegar a nuestro destino, Tarapoto. Este último tramo suplió la peligrosidad de los altos acantilados por estar esquivando mototaxis en plena carretera durante todo el trayecto. Fue en Pedro Ruiz donde empezamos a entablar amistad con Raúl y Yoli.
Tarapoto nos ofreció esa misma noche unos bailes típicos en su Plaza de Armas ya que se estaban celebrando unas jornadas culturales y por la mañana visitamos su colorido mercado al más puro estilo indígena.

El único día entero que pasamos en Tarapoto lo dedicamos a visitar uno de los muchos lugares encantadores que se esconden en la selva que rodea el pueblo, concretamente fuimos a la cascada Huacamaillo.
El camino fue tan accidentado como bello, primero unas abejas negras cortapelo nos persiguieron durante un rato y tuvimos que correr para alejarnos del panal, luego Esteve se quedó encantado fotografiando mariposas mientras los otros 3 se perdían siguiendo un camino incorrecto, eso sí, la mariposa quedó preciosa.

Y finalmente, en la poza de la cascada, un perro “salvavidas” más bien te ahogaba que te salvaba cuando te echabas a nadar a la poza.

La excursión de aproximadamente 2 horas nos condujo por un camino de gran belleza donde tuvimos que cruzar el río dos veces, pudimos ver infinidad de plantas y flores tropicales, numerosas mariposas de distintos colores, formas y tamaños, y rincones encantadores.


 El día terminó con una cena de luxe en un restaurant de luxe con unos compañeros de luxe que hacen fotos de luxe.


                                                           


jueves, 1 de diciembre de 2011

CRUZANDO LOS ANDES DE CAJAMARCA A TARAPOTO (2)

LEYMEBAMBA
                La carretera que lleva de Cajamarca a Chachapoyas es de las más fascinantes que  hemos recorrido por los exuberantes paisajes que atraviesa. Estrecha y siempre con el precipicio a un lado, el viaje resulta tan distraído como sobrecogedor.

Se atraviesan los Andes desde donde empieza la montaña tras dejar la costa y el desierto, hasta donde las montañas terminan y empieza la selva llana. Esta parte de los Andes no es de tanta altura, los picos nevados del sur dejan paso a verdes montañas de bosques nubosos, por eso los habitantes
de esta región eran llamados Chachapoyas (hombres de la lluvia), y fueron de las poblaciones que ofrecieron mayor resistencia a la invasión inca por su carácter guerrero.

Nuestra primera parada fue en el pueblo de Celendín, pero no nos cautivó mucho y al día siguiente continuamos nuestro viaje. Un mirador sobre el pueblo fue lo más llamativo.

La belleza de los paisajes aumentó en esta segunda etapa,



que nos llevó hasta el pueblito de Leymebamba, donde no teníamos previsto parar, pero que nos recomendaron con mucho acierto ya que el lugar es precioso.





Pasamos unos días intensos y agradables en un entorno natural excelente y vibrante, rodeados de montañas que te acogían y te arropaban en un verde vigoroso que te hacía sentir tal grado de libertad que el ánimo se nos elevaba hasta las nubes, convirtiéndonos nosotros también  por unos días  en “hombres de la lluvia”.
El atractivo principal del pueblo es su museo que contiene todo lo encontrado en el excepcional hallazgo de unas tumbas del periodo Inca-Chachapoyas situadas en una pared rocosa e inaccesible al lado de la Laguna de los Cóndores a la que sólo se llega tras una jornada a pie o caballo. Lo más impactante del museo es la cámara de las momias donde se han depositado las 230 momias halladas en el lugar. Algunas de ellas se recuperaron aún intactas dentro de los sacos donde los Chachapoyas colocaban las personas momificadas para posteriormente hacer el entierro. Otras sin embargo se hallaron sin su fardo mostrando rostros de ultratumba.

El museo se completa con objetos hallados en las tumbas y un recorrido por los distintos restos funerarios arqueológicos encontrados en la zona, siendo los más impresionantes Los Pinchudos, por el momento un lugar de visita inaccesible.

         También el último día fue muy curioso asistir a una feria de ganado donde se mostraban los mejores sementales de la región. Todo el pueblo estaba allí reunido celebrando una fiesta con música, paradas de comida, subastas de ganado, concursos, etc… y donde los ganaderos hacían sus ventas.

         
LA CONGONA
           La primera excursión que realizamos desde Leymebamba fue a las ruinas chachapoyas de La Congona situadas en lo alto de un escarpe. A estas ruinas prácticamente no va nadie y se hallan en su estado original, es decir, sin ningún tipo de intervención arqueológica y mostrándose tal y como la vegetación ha ido a lo largo de los años cubriendo sus edificios.

ara llegar a La Congona salimos a pie de Leymebamba de madrugada y subiendo por un embarrado camino fuimos alejándonos del pueblo.

Pasamos por una comunidad  en lo alto de una loma y continuamos por el valle de atrás bajando hasta unos pastizales y posteriormente volviendo a subir por el cauce de un torrente hasta emprender el camino que definitivamente, después de una fuerte pendiente,


nos llevaría a pie de ruinas. Desde La Congona, y a través de la vegetación que la cubre, se puede disfrutar de unas espectaculares vistas.


Los edificios y casas Chachapoyas son de planta y cuerpo circular y la mayoría de ellas están decoraras con frisos de figuras geométricas.

 
A pesar de que la mayoría de los edificios están muy deteriorados y cubiertos de maleza, y que tampoco es muy extenso, la verdad es que nos fuimos muy satisfechos, porque es difícil encontrar un lugar como éste en que el abandono, el olvido y la naturaleza han modificado hasta presentarlo así, tal cual, como si todo visitante fuera el primero en descubrir ese lugar misterioso donde hombres lejanos vivieron sus vidas.

REVASH
                La muerte y los ritos funerarios fueron recurrentes en nuestro viajar por la provincia de Chachapoyas, ya que la mayoría de lugares a visitar eran sitios funerarios. Revash, fue a nuestro entender, el más espectacular de los que pueden visitarse, aunque nosotros sólo fuimos a dos. Desde el vecino pueblo de Yerbabuena, donde nos trasladó una combi de pasajeros a una hora intempestiva, partimos hacia Revash aún de noche por una carretera de terracería que ascendía paralela a un río. Se fue haciendo de día y de este modo pudimos darnos cuenta del lugar espectacular por el que estábamos transitando, a través de montañas con fallas rocosas realmente espectaculares. 

En un lugar determinado cruzamos el río y empezamos la tremenda ascensión, ya por un sendero, hacia nuestro destino, que aunque desde aquí ya se podía localizar nosotros no veíamos. Y vosotros ¿lo veis?

La verdad es que Revash es uno de esos lugares donde medio y fin son igual de espectaculares, ya que la ruta que lleva a las tumbas es de una belleza exultante y los mausoleos y su localización en la zona baja de una pared vertical son alucinantes.



Pero lo extasiante para nosotros fue, primero estar solos en el lugar, y segundo ascender, aunque nos pareció que ya no estaba permitido, hasta la ranura donde se hallan los mausoleos, un lugar no apto para los que sufren vértigo.


Lo lamentable es que desde allí pudimos ver lo deterioradas y maltratadas que están las paredes de los mausoleos, y sobre todo, el desprendimiento que hay al final de éstos a la derecha tal y como se puede apreciar en la foto general (dos fotos atrás), lo que hace muy peligroso estar donde estuvimos. Pero al mismo tiempo fue un privilegio poder ver las pinturas que decoran los mausoleos y las rocas de tan cerca y apreciar todos sus detalles.
                Una curiosidad es que el sol apenas puede hacer llegar algún rayo de luz a ese precipicio en todo el día, ya que su trayecto es paralelo a la falla de tal modo que transita por encima de ella a eso del mediodía, para recular de nuevo por la tarde.


Sólo resaltar también que estos mausoleos, como casi todos en el Perú, fueron huaqueados con anterioridad a ‘su descubrimiento’ por lo que no se conserva nada de las ofrendas con las que se enterraba a sus difuntos.

KUELAP
                Por una rocambolesca historia de coincidencias y azares largo de explicar conocimos a un grupo de extremeños con los que visitamos la joya de la región:  las ruinas de Kuelap, la ciudad Chachapoyas mejor conservada de todas las que existen en la zona.

Kuelap se halla en lo más alto de un cerro cuya meseta superior sirvió para asentar una ciudad espectacular repleta de casas circulares y custodiadas por una muralla que recorre el escarpe natural de la montaña.


                                      

Hay 2 entradas principales, la Norte y la Sur, que permiten acceder a la ciudad a través de una larga y angosta escalinata, lo que confirma el carácter guerrero del pueblo Chachapoya.



El interior de la ciudadela tiene 3 niveles, en el inferior se hallan casas y en los 2 superiores se hallan edificios religiosos y de gobernantes. Una de las edificaciones prototipo se ha reconstruido tal y como fue para dar una idea del aspecto de la ciudad, de casas circulares con los techos cónicos hechos de hoja seca y todas ellas muy unidas entre sí, dejando solo las vías principales para el tránsito de las personas.


                                 

 En el nivel más superior se hallan las torres de vigilancia delas cuales la norte es la mejor conservada y desde su cima hay incomparables vistas además de un dominio total del valle.

 Pero el edificio más emblemático de la ciudad por su todavía enigmático uso es ‘El Tintero’ que recibe su nombre por su forma de cono invertido. Hay diferentes versiones sobre su uso, desde cárcel hasta oratorio. Lo que sí está demostrado es que debajo de la tierra la edificación continuaba haciendo la forma inversa del tintero, es decir, tenía la forma de un reloj de arena, aunque no lo pudimos comprobar porque actualmente no está permitido el acceso.


Al igual que La Congona, las casas de Kuelap también muestran lindo frisos con distintos motivos geométricos.

                                      
                                    
Aunque a Kuelap le llamen el Machu Pichu del Norte, la verdad es que los 2 lugares son incomparables y pensamos que darle ese título es crear unas expectativas que no le hacen ningún bien. Es mejor visitar Kuelap como si fuera lo que es: la ciudad mejor conservada de uno de los pueblos con mayor carácter de todos los que sucumbieron al Imperio Inca. Quizás de ese modo su espectacular belleza pueda sorprendernos con la espontaneidad natural que le es intrínseca.